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¿De verdad es el castellano innovador?

C. Pountain

1 A menudo los lingüistas han caracterizado las variedades como «innovadoras» o «conservadoras». Hay quizá dos enfoques desde los que se pueda pensar que una variedad es «innovadora». En primer lugar, una variedad innovadora presenta un mayor grado de diferencia con respecto a la variedad ancestral. Todos los cambios que hemos visto en la sección anterior son, en este sentido, innovaciones del Castellano: el cambio de /f/ inicial a /h/ seguido de la supresión de /h/ parece un cambio que se aparta notablemente del latín, mientras que portugués y catalán, que aun conservan la /f/ inicial en todos los contextos, preservan el fonema latino. En segundo lugar, en este rasgo en particular, Castilla puede considerarse la zona de origen de este cambio, ya que este no se propagó más allá del territorio castellano.

Semana Santa en España

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La variedad castellana a menudo se presenta como un forma especialmente innovadora de romance peninsular; asociándose tal innovación, a menudo desde parámetros nacionalistas —conviene señalarlo—, con el papel de Castilla como punta de lanza de la Reconquista. Incluso una eminencia como Rafael Lapesa escribió:2

El dialecto castellano evoluciona con más rapidez que los otros y… se muestra distinto de todos, con poderosa individualidad. Castilla, levantisca y ambiciosa en la política, revolucionaria en el derecho, heroica en su epopeya, fue la región más innovadora en el lenguaje.

Pero aunque el romance castellano (o, más concretamente, sus hablantes) puede considerarse innovador en ciertos aspectos, es imprudente pensar que la innovación le es característica como lengua. Podemos enumerar aquí mismo rasgos del castellano que son más bien conservadores: a diferencia de los vecinos con los que linda al norte, no hay palatalización de la /l/ inicial del latín (compárese con llop del catalán o chobu del asturiano, procedentes del latín LŬPU[S]); /l/ y /n/ intervocálicas, que se perdieron en portugués y gallego, se conservan (compárese dolor del castellano con dor del galaicoportugués, proveniente del latín DOLORE[M]; luna del castellano, pero lua del galaicoportugués, proveniente del latín LUNA); las vocales no se han nasalizado generalmente en castellano (ciertamente no hasta el punto de dar lugar a nuevos fonemas vocálicos nasales, como sí ha ocurrido en portugués), y las vocales finales no se han elidido en castellano como se ve en catalán de forma generalizada. Es más, algunas características del castellano que podrían pensarse innovadoras en el contexto de la península ibérica ciertamente las comparte con otras lenguas romances. Monoptongar el /au/ del latín es innovador si se compara con el portugués y el gallego, que mantienen /au/ como un diptongo descendente [ou] (portugués ouro, proveniente de AURU[M]); pero el tránsito de /au/ a /o/ no se limita al castellano. Es un cambio ampliamente compartido entre las lenguas romances, y su distribución sugiere que en todo caso podría haber irradiado desde el centro del mundo latinoparlante para abarcar el centro y el este de la península ibérica, pero no su extremo occidental.

En conclusión, aunque hay cambios individuales (de hecho, todos los cambios) que podrían considerarse «innovadores», probablemente es engañoso sostener que una variedad diatópica en particular es más o menos «innovadora» que otra en términos generales.3


  1. Traducido por A. Condori de: POUNTAIN, C, 2003. Exploring the Spanish Language, págs. 140-141. (London: Arnold) (↑)
  2. LAPESA, R, 1980. Historia de la lengua española, 9ª edición. (Madrid: Gredos) (↑)
  3. Comentarios de ampliación en facebook aquí. (↑)

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